ECO

ECO

Uf… el verano se fue y estoy tan cansada… tan cansada de ser más rápida que la luz, más lenta que mi voz… Puedo escuchar ese ruido de espaldas atravesando tu cuerpo, puedo hacerlo una y otra vez ahogando tu lengua en mi saliva… No, no te asustes, no hay nada de malo en eso… Cuando yo ya no estoy tú todavía me escuchas. Por eso me llaman Eco. ¿Lo ves? Acaba de suceder lo que estaba deseando suceder. ¿Por qué me miras así? ¿Por qué siempre tendrían que tener la razón los demás? Yo soy el aire que roza las formas, lo que no se deja atrapar, el llamado más antiguo que hayas escuchado. Casi un pez, casi un pájaro. Agua pura y empozada en la marisma de tu olvido. No encuentro ahora manera más jorobada de decirlo. Tu nombre jorobado en mi lengua absuelta. Qué locura, qué locura! Me he convertido en una serial killer de mis sentimientos… ¿Has visto cómo rodean las ramas a esos troncos viejos? ¿Y cómo caes sin hojas cuando te pienso? Mi condena es no poder retenerte… Y sin embargo todo es tan real. Tan real como que estés allí escuchándome. ¿O no? …Si todo fuera real, sería ahora, me abrazarías ahora, te irías ahora… Y no me cuentes más historias, ¿para qué? Las historias se cuentan cuando las cosas ya han sucedido, y a mi lo que me impulsa es lo que sucede ahora… Sé guiarme sola. Lo único que necesito es saber si la distancia al cielo continúa siendo la misma y también curarme pronto esta herida… Necesito saber si todavía soy fuerte, si todavía soy la misma que era cuando aún no era nada. Un resplandor, una piedra, un asombro mirándose absorto en el charco. ¿Por qué no extraño las cosas? No siento añoranza por nada, por nadie. Nunca me regocijo pensando en los buenos momentos. Nunca. Ni aunque hayan sido contigo. Y sin embargo saberlo me oprime el pecho. Como si me sintiera añorada por algo o alguien que insiste en que lo añore. ¿Acaso antes había sido así? ¿Acaso es porque las cosas siempre han existido ya dadas en mi? No voy a pedirte perdón por algo que ni siquiera puedo añorar, ni tampoco por el rostro sin nombre, sin curso, surgido de un libro escrito en mi ausencia… Mi rostro torbellino lento y oscuro, en donde murieron tus ojos. No puedo sacarte de encima. Qué largo y alto es el mundo, cuan raudo y voraz! Pase lo que pase, no te rindas a su letanía…  Y así sigo, de aquí para allá, cansada de reverberar en la pena de los demás… ¿Qué me ata todavía a las cosas de este mundo? ¿Acaso se trata de la verdad que suprime toda esperanza? ¿Acaso fue mi aliento quien hizo arder el bosque en donde te habías perdido? ¿Acaso fui yo la que volvía con el último viento por el sendero breve de ningún deseo? Yo, la que agonizaba de hambre en una Nao a la deriva, yo, embriagada de recuerdos tras regresar de las cuevas de Altamira, yo, la que luego se reía a la vera del camino… Si estás escuchándome, no tengas miedo, es sólo un murmullo alejándose del aire. Deja que se fatigue y se vaya; deja por una vez que todo sea como antes y las viejas artes del azar nos regresen al silencio del que tu y yo venimos.

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