EL DIARIO DE COSME

“Sólo queda dejarme arrastrar por el limo de los días y la fiebre que me secará después”, leí en su diario con letra temblorosa seguramente por el traqueteo del tren. Este mismo tren, pensé, observando el rugido de  arena y viento sin horizonte a lo lejos. Todo sucedió sin wikipedia, google maps ni celular. Es que nuestra inteligencia siempre ha sido artificial. De ello me di cuenta en este largo tren atravesando Mauritania.

Me bajo como los demás. La vía está cortada unos cien metros más allá. Habrá que pasar toda la noche, especulan algunos. Nunca es tarde aunque a veces lo parezca, me dice el bereber encapuchado a mi lado. No lo entiendo porque habla una lengua diferente a la mía. Si yo supiera todas las lenguas tampoco lo entendería. Sin embargo nos es común la garganta seca, la sed y el polvo de estrellas.

Estoy seguro que el capitán Cosme hubiera pensado igual.

Él había estado en la guerra entre Etiopía y Somalia por culpa de una mujer. Eso fue antes de que existiera internet. Continúo leyendo:

28 de Diciembre

Me he hecho a la idea del olor a su camiseta abandonada en el cuarto. Cuando la vi mirándome a través del espejo comprendí que ya no la volvería a ver. Por la ventana se extiende el mar de dunas al oeste de Shaddah. Pareciera no haber en el mundo otra posibilidad que el juego de luces y sombras sobre esta enorme sed que ya no podré beber.

6 de enero.

No volveré a ser el mismo, ni ahora ni nunca, nunca seré más de los que ya fui cualquier día de reyes. No es más que Sí, y Sí es menos que Tal vez; no hay tren que se pierda cuando uno sabe a donde ir. Saberlo es muy fácil pues todos nos vamos a morir.

7 de Febrero.

Aquí aún existe la esclavitud y a las mujeres las engordan desde los doce años con una especie de leche densa que las obligan a beber cuatro veces al día. A los dieciséis años las hacen parir, por lo que es bastante extraño que todos nazcan tan flacos. El agua sabe agria y no hay gusanos por la sequedad. Así están las cosas por aquí. Por ejemplo, cualquier dirección que uno tome queda en línea recta. No hay círculos, ni árboles ni regreso del más allá. Todo es una línea recta, continua, ferraginosa y veloz, difícil de parar. Uno acaba conviviendo con ella por instinto animal, pero hay que ver el silencio aterrador que sobreviene si te detienes. Como cuando un Mig rompe la barrera del sonido y tu rostro flamea por la fuerza G. En cambio la música sí que es buena. Evoluciona en espirales continuas y transporta tu cuerpo a donde quieras sin necesidad de caravanas, trenes ni líneas rectas.

2 de marzo.

Aquí las piedras son piedras y el cielo siempre ha estado allí. Cualquiera lo puede atestiguar. Claro que todo esto lo escribo mucho después de haber caído prisionero del enemigo y mucho después de haber enterrado mi cadenita de la virgen del cobre para hacerme Tuareg. Mucho después de cambiar mi uniforme y mi casco por dos camellos y un tamelhaft. ¿Cuanto después? No lo sé. Hoy no tengo ganas de sacar cuentas, no sea cosa que hayan subido las tarifas. Mírame a los ojos! tú, Cosme Reyna, piloto de guerra abatido en la actual Eritrea. Tú, cabeza de trapo, desobedeciendo órdenes y alzándote en un Mig 17 sin cuadrante ni tren de aterrizaje. Tú, lengua de trapo, que te singaste a la rusita y no la hiciste madre, ni tierra-aire ni aire-tierra, tú, que qué cojones ni qué cojones, pinga dulce con ojos de trapo, tú qué vienes huyendo por éste río seco buscando salida al mar. Tú, pedazo de come mierda atravesando a pie el Sahara, penando por ella como un mariquita y escribiendo un diario para no enloquecer. La gente dirá que un piloto de guerra no escribe, y si lo hiciera, no escribiría así; a lo que yo responderé que no, que un piloto de guerra escribe mucho más y mejor de lo que escribo yo.

14 de marzo

Estoy a dos días de Nuakchot. De allí trataré de cruzar a Cabo Verde y luego en línea recta a la isla perdida de mis amores, aunque mucho me temo que nada de aquello me importe ya. Tengo hambre y tengo ganas de tomar leche de la teta de mi mamá…

La última página de la libreta está arrancada. Su rastro se perdió en Cabo Verde. Unos dicen que tomó un Aeroflot para la Habana un mes después. Otros aseguran haberlo visto en Sevilla, España, rezando ante la inmaculada concepción de Velázquez, otros en Moscú, pidiendo limosna a la entrada del metro Komsomolskaya. Lo cierto es que en Baracoa, pueblo en donde nació, un antiguo compañero de armas, que ahora es un importante Babalao, dice haber conversado con él el día antes de que el ciclón Irina tocara costa. Mañana lo encontraré a ver que le contó. De mi parte, todavía no sé si todo esto terminará siendo un documental o una ficción. Por ahora sólo es mi diario sobre el diario de Cosme Reyna, piloto de guerra desaparecido en combate. Su diario, lo encontré olvidado en una mesa en la terraza del hotel Nacional a donde había llegado con unos amigos de la escuela de cine a buscar alcohol el día en que murió Fidel. Se encontraba entre el almohadón y el respaldo del asiento de mimbre en donde me senté. Su nombre no estaba registrado en la carpeta, así que me lo quedé y desde entonces sólo anhelo encontrar a su propietario. Tal vez todo esto sea  sólo una excusa para entregarme yo mismo a manos de lo que el destino me depare, o ya me deparó y todavía no lo sé.

Anterior
Anterior

EL TEATRO DE MAKIKO

Siguiente
Siguiente

SI TAN SOLO ARDELIA