FRANKENSTEIN, NADIE
Creí haber sido el rey de la resistencia, o que al menos eso me redimiría o señalaría cierto camino. Creí que en la devoción espiritual perduraría esa llama y habría regocijo o al menos se reconfortarían mis logros por propios y ajenos; por irrelevantes y extraños que pudieran ser. “Voto y me voy” me dije. Voté y no me pude ir a pesar de la democracia que, como es sabido, nunca nos deja elección. He sobrevivido pero no vivido. Pensé haber labrado mi destino, cumplido cierta profecía, pero ni siquiera eso… y ahora resulta que las papas queman. Platonitud: en silencio observo con estupor cómo las señales que esperaba nunca llegaron y el tiempo efectivamente se hizo tango (algo que intuía porque no podía comprender.) Y ese rubor por haber sido demasiado amigo de certezas impostadas, en muchos casos importadas, casi nunca surgidas del humor de los días o experimentadas por cuenta propia. Y además siempre alimentado por la desidia del karma de los padres huérfanos, de los días sin historia librados tantas veces a la agitación de la mente y del amor… el amor, esa gran entelequia para emprender fugas egoístas y míseros desengaños. ¿Y los amigos? última frontera en donde mostrar el pasaporte vacío y constatar la párvula confianza conque se testificaron las engreídas declaraciones y las tácitas derrotas, la indignación de los valores que acabaron por retirarse silenciosamente avalando la complicidad que los eximía de toda conclusión ante la mueca del espejo contrariado. Y a pesar de eso, a pesar de todo eso… seguimos vivos y sin respuesta al enigma que no había. Google, YouTube, WhatsApp… qué extrañas palabras! Triángulo de las bermudas en donde definitivamente desaparecimos a cambio de poder constatarnos perdidos a la velocidad del olvido. De qué sirvió tanta honestidad, tanto amor propio, tanta sensibilidad social, tanto fervor por la justicia sea ésta otorgada en la tierra como en el cielo… tanta fe en el hombre arrollado por su propia humanidad, tantas horas de filosofía bajo el aguacero de los hechos consumados, tanto ritornello con desdén de placentas y cordones umbilicales escondidos y eliminados impúdicamente a la vista de los vivos. ¿Y los que no sobrevivieron? ¿Mártires o consuelos? Nostalgia redimida en papelitos mal escritos, en promesas de libros no leídos, melodías por escuchar, películas sin ver, poesías encamadas en sudores invernales, gripes mal curadas, pies ampollados en caminos demorados por la lujuria de la piel y por las tristes certezas de las ciencias exactas. Llegando a ningún lado hemos sin embargo llegado a ser nada, para bien de la humanidad, del croar de las ranas y del zigzagueo resbaladizo conque los reptiles pasaron de largo. Quisiera para estas cinco de la mañana morder un pan y que cayeran lágrimas de júbilo por la ventana, y que el rumor del amanecer se entregara por fin confiado al pálpito de la vida en el gorgojeo de los gorriones despertando contentos porque jamás han soñado. Pero, ¿quién escribe todo esto? ¿Mi mente conectada a las manos? ¿Mis manos conectadas al alma? ¿Mi alma a lo ignoto? ¿Frankenstein? ¿Nadie? ¿Nadie para siempre en todo eso? ¿Y además, a quién le importa? ¿Quién lo leerá para constatar la misma inequidad, el mismo desasosiego que compartimos con el resto y a los que tendrá sin cuidado las razones del otro reveladas con puntual nirvanidad? El bien común nunca ha coincidido con el bien individual y cuando lo ha hecho ha sido una quimera, una visión horrorizada con náufragos braceando a los gritos, alejándose del barco en llamas en medio del mar que no quiso apagar el fuego. Y luego el fuego, sin embargo el fuego, sobre todo el fuego, alumbrando, cobijando, proyectando nuestras sombras, calentando los alimentos conque esta misma noche volveremos a soñar variantes del mismo sueño, el mismo que antaño nos soñaba en la tibia y oscura soledad del vientre, ese mar interno que nos arrojó ineluctable y compulsivamente a orillas de una vida vanidosa, siempre insuficiente, denostada por la culpa y el deseo, por la asombrosa asertividad conque animales y plantas nos obligan a ser felices y por si fuera poco asistir a su festejo. Ser libres es eso: lastimarse con las espinas de las rosas y sonreír ante los ojos húmedos del otro que te mira sin comprender de qué se trata ese inmenso “nosotros” repetido una y otra vez con la insistencia de los necios entregados a la fe salvaje del universo. Y nos curamos, volvemos a enfermar, volvemos a curar, enterramos a nuestros muertos y seguimos construyendo los andamios de las futuras pirámides que atestiguarán nuestra solidaria inutilidad. Bebe de esta fuente me dijo un beduino, hazlo sin dudar y agradece a la gratitud el fortuito don conque el agua continúa dándote vida. La libertad es eso, poder beber para apagar la sed, tener sed para poder beber. Entre una cosa y la otra el tiempo se arremolina en el espacio y ambos acaban por desaparecer. Lo que sucede mientras tanto, carece de importancia. Es tan insignificante que nos dedicamos a inventar historias. De otro modo es la nada, y por más pavor que nos produzca, a la nada le ha sido siempre indiferente si estamos o no satisfechos. No, el destino no depende de nosotros ni nosotros dependemos de él. Entre una cosa y la otra guerreamos con la convicción de que un día lograremos extinguirnos. Lo pretencioso consiste en querer asistir a ese momento. Qué estupidez creer que lo probable siempre será mayor que cero. La matemática es una ofrenda a los dioses del desacuerdo, y el desacuerdo aquello que nos une a condición de que el oxígeno nos respire y hayamos bebido suficiente agua. Cuan minúscula y gigantesca la esperanza en la noble inocencia de un Roble! En cambio yo me derrito de amor si tus ojos me miran. Me basta con eso. ¿Era eso lo que quería decir? Creo que si, no estoy seguro. Es decir, de eso estoy seguro, no de lo otro. Lo otro es que seguimos midiendo al mundo pero el mundo nunca nos ha medido a nosotros. ¿Por qué lo haría? ¿Para qué? El sueño de la razón produce monstruos decía Goya. Ya han dado las seis y la luz de la mañana impone con tímida inocencia el irremediable silencio que sobrevendrá.